Amigas. Madres. Hermanas. Abuelas. Tías. Primas. Compañeras de trabajo. Conocidas.

Todas tenemos multitud de referentes de las que tomamos, inconscientemente, aquello que nos suma. Y es eso lo que va forjando nuestra personalidad, lo nos hace completas. Una necesidad constante, muy interiorizada desde nuestros ancestros, por demostrar…. Que, ¿por qué no? Somos capaces de saltar al vacío y reconocer que no nos conformamos con asumir solamente el rol de amas de casa; que somos tan válidas, o más, en un puesto de trabajo habitualmente ocupado por hombres; que, a pesar de aparcar nuestra carrera deportiva de forma temporal para ser madres, podemos volver al mejor nivel de forma, a nuestra mejor versión; que podemos hacer nuestra una portada entera de prensa deportiva especializada en fútbol masculino; que tenemos derecho a percibir el mismo salario que un hombre desempeñando las mismas tareas en un mismo puesto; que, aún partiendo de forma natural de condiciones físicas inferiores al hombre, tenemos una capacidad innata de superación y mejora que nos permite alcanzar resultados impensables; que, por supuesto, se puede confiar en nosotras y que, como cualquier ser vivo, merecemos RESPETO.

Pero no nos equivoquemos: esa manifestación no consiste en focalizarlo hacia el resto, sino que basta con demostrárnoslo a nosotras mismas. Porque eso es lo que nos hará ser LIBRES.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *